Diego Medina, cineasta egresado de nuestra Facultad de Artes, nos cuenta acerca de la innovadora técnica denominada producción virtual utilizada en El Eternauta. Al mismo tiempo, comparte reflexiones sobre cómo su paso por la facultad de artes influyó en su carrera.
“Estamos frente a una revolución silenciosa en la manera de hacer cine”, afirma el director y realizador Diego Medina, en una conversación en la que buscamos poner el centro en el detalle de la producción virtual. Utilizada recientemente en la adaptación de El Eternauta por Netflix, esta técnica desplaza al clásico croma verde y propone un nuevo paradigma de rodaje, donde actores, directores y técnicos interactúan en tiempo real con escenarios generados digitalmente.

“La producción virtual reemplaza la pantalla verde por pantallas LED que muestran el entorno en tiempo real”, explica Diego. Esto no sólo favorece la inmersión de los actores, sino que permite previsualizar el resultado final durante el rodaje, mejorando la dirección de fotografía, la escenografía y las decisiones de puesta. “Con la producción virtual, está la posibilidad de ver algo previsualizado, o inclusive, en producciones que tienen mayor estructura, poder ver el resultado final en tiempo real, que es la otra frutilla del postre. Si se mueve la cámara, se mueve la escenografía de manera perfecta, si la cámara se acerca, las relaciones de aspecto, de profundidad, de perspectiva principalmente se mantienen, y eso permite generar un montón de recursos, como los que se usaron en El Eternauta, y permite tener una imagen global en tiempo real de todo lo que está sucediendo en escena.”
Aunque la tecnología parece reciente, su origen puede rastrearse hasta técnicas como la retroproyección. “La problemática que empieza a surgir a posteriori es de que no se podía mover la cámara, que es una de las ventajas que tiene la producción virtual. Muevo la cámara como sea y hay un paralaje, que es el término exacto, que es correspondiente con la animación que se está proyectando.”
Sin embargo, el gran salto cualitativo ocurre con la unión entre Unreal Engine —motor gráfico de videojuegos— e Industrial Light & Magic, la legendaria empresa de efectos visuales fundada por George Lucas. Esta alianza dio vida al primer uso masivo de la técnica en The Mandalorian y allanó el camino para su llegada a Latinoamérica. También podemos encontrar unos primeros disparadores de la idea en las películas Oblivion e incluso un primer uso en Argentina en la película Cuando acecha la Maldad (“en la escena del auto,” nos cuenta Diego).
Para Diego, lo que sucedió con El Eternauta es un hito en el cine argentino. “No sólo por la magnitud del proyecto, sino porque demuestra que tenemos la capacidad de implementar estas tecnologías en nuestro país”. A pesar de los altos costos iniciales y la necesidad de una infraestructura robusta, asegura que ya existen alternativas intermedias accesibles.
“El uso de esta tecnología representa un hito comparable al famoso efecto ‘Time Tracks’ de Matrix, aquel que comúnmente se conoció como ‘tiempo bala’. Pero a diferencia de ese recurso, que quedó atrapado en el efectismo, esta nueva herramienta no se estanca: evoluciona, se expande y abre posibilidades reales para la puesta en escena y la narración cinematográfica”. “Hoy no hablamos solo de espectacularidad visual, sino de una tecnología que permite pensar el cine con mayor control creativo y eficiencia en los procesos.”
Por otro lado, Diego nos cuenta que es positivo pensarlo en niveles. “Conozco colegas y directores amigos que han probado la producción virtual en España, en Brasil, que son gente de Argentina, de cine más independiente, para hacer pequeños teasers y cosas para abaratar costo. Así no tienen que hacer todo y poder vender una idea.”
“¿A qué quiero llegar con esto? Que tiene muchos niveles de uso y bueno, y va a depender y requerir conocimiento, la estructura física, digamos, para poder contener eso. Hay tamaños y tamaños”
¿Puede esta tecnología democratizar el cine? Para Diego, sin duda. “En breve va a aparecer una versión más accesible. Ya tenemos celulares que reconocen rostros y desenfocan fondos en tiempo real. No falta tanto para que una versión simplificada de la producción virtual esté al alcance de más realizadores”.

Diego es un realizador audiovisual apasionado y creativo, reconocido por su capacidad para explorar el lenguaje cinematográfico y contar historias impactantes a través de sus producciones. Constantemente busca nuevas tecnologías y modelos de producción para mejorar la calidad y eficiencia de sus proyectos. Su objetivo es seguir desafiando los límites tradicionales de la producción audiovisual y contribuir al lenguaje del cine.
Desarrollo profesional y Universidad Pública
Pero su reflexión no se detiene en lo técnico. También destaca el impacto formativo de la universidad en su desarrollo profesional. Aquí marca varios pilares en los que se asienta su recorrido profesional que se construyeron en su paso por la Facultad de Artes de la UNC.
«Lo que más me sorprendió de la facultad fue cómo la teoría me rompió la cabeza. Nunca pensé que leer a ciertos autores y hacerlos colisionar con otros me iba a dar tantas ideas. Ese ejercicio de conflicto teórico que proponía la cátedra lo sigo usando hasta hoy cada vez que veo una película o leo algo. No me lo esperaba, y fue un impacto enorme: empecé a pensar el cine desde otro lugar, más crítico, más profundo. Y eso vale más que aprender a mover una cámara, porque te cambia la forma de ver y hacer cine.» Al mismo tiempo, reconoce que aunque al principio era lo técnico lo que lo deslumbraba pronto entendió que ese aspecto podía aprenderlo en el camino. Un segundo pilar que reconoce de su paso por la facu es la red. «El cine es colectivo, pero uno llega a la carrera desde un mundo muy individualista. En la facultad aprendí a ablandarme, a trabajar en grupo, a convivir con otras realidades, con egos y diferencias. Ahí descubrí un valor enorme en construir equipos. Vine de Tucumán a Córdoba solo, y ese espacio me permitió generar una red que sigo usando hasta hoy. En cada proyecto que encaro invito gente de todos los años de la carrera. Me gusta que alguien de primer año pueda tirar ideas y sentirse parte. Eso lo aprendí observando la dinámica de la facu.»
En estas reflexiones, también entiende que su paso por la UNC le permitió entender que la creatividad no está desligada de lo real. “¿Cuánta plata tengo? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué puedo contar desde mi lugar? Aprendí a pensar la materialidad del cine, a ser responsable con lo que cuento. Hoy, cada proyecto que encaro tiene eso presente. No es limitarse, al contrario: es crear sabiendo dónde estás parado.”
Hoy, Diego prepara el rodaje de un largometraje con estudiantes de primer año, egresados y técnicos experimentados. Una práctica que no solo da continuidad a su visión pedagógica, sino que encarna su compromiso con una industria más colaborativa e inclusiva.
«Hubo docentes que decían que ya estaba todo dicho en montaje o narrativa. Que no había nada nuevo por inventar. Y eso, lejos de frustrarme, me agitó. Me dieron ganas de ir en contra. De probar. De demostrar que sí se puede innovar.”